EL CUENTO- LOS CUENTOS

EL TEXTO NARRATIVO

El texto narrativo es el relato de acontecimientos de diversos personajes, reales o imaginarios, desarrollados en un lugar y a lo largo de un tiempo.
Cada autor tiene un estilo particular en su narración. No obstante, hay reglas generales que se cumplen en la mayoría de los textos, como la estructura:
- Introducción: Aquí se plantea la situación inicial.
- Nudo: En esta etapa aparece el conflicto. Este problema será el tema principal del texto e intentará ser resuelto.
- Desenlace: Finalmente, el conflicto encuentra solución.
A su vez, podemos distinguir una estructura externa y una interna:
- Externa: Divide el contenido en capítulos, cantos, partes, tratados, secuencias, etc.
- Interna: Son los elementos que conforman la narración:
a.- Narrador: Puede haber un narrador o más. Puede ser un personaje dentro de la historia (relatará en primera o segunda persona) u omnisciente (narrará en tercera persona).
b.- Espacio: El espacio es de suma importancia en la narración. En su descripción, podemos encontrar mucho de lo que el autor nos está tratando de comunicar en la generalidad del relato.
c.- Tiempo: Existe un tiempo histórico (o externo) que es la época en la que se desarrolla la historia, y un tiempo interno que es la duración de los sucesos del relato. Este tiempo interno puede seguir un orden lineal, o puede haber idas y vueltas en el tiempo, jugando con el pasado, el presente y el futuro.
 fuente:
http://lengua.laguia2000.com/tipos-de-texto/el-texto-narrativo
lo vemos en un esquema





los tipos de narrador




Narrador
Características
Omnisciente 
·        Cuenta lo que ocurre dentro de la historia, pues no sólo relata lo que hacen los personajes, sino también lo que sienten y piensan. Omnisciente significa “que todo lo sabe y lo siente”.
·        Su relato está estructurado en tercera persona.
Personaje
·        Es un personaje de la historia.
·        Narra los sucesos desde el punto de vista de una persona involucrada con los otros personajes y con las situaciones y las motivaciones de la historia.
·        Su relato generalmente está estructurado en primera persona.
Testigo
·        Cuenta sólo lo que se puede ver o escuchar.
·        No conoce los sentimientos ni los pensamientos de los personajes. Sólo puede referirse a lo que los personajes mismos expresan que sienten o piensan.
·        Es alguien que sabe del pasado únicamente lo que presenció o lo que le dijeron; del presente sólo sabe lo que alcanza a escuchar o presenciar, y nada del futuro.
·        Puede no ser un personaje de la historia; sólo alguien que está enterándose de lo que pasa.
·        Su relato también usa la tercera persona.
Interlocutor
·        Es como una voz que se habla a sí misma.
·        Usa el pronombre  para estructurar el relato.




Ejemplos del uso del narrador protagonista:

Me había ido a Suiza en vísperas de Navidad, esperando, por experiencia, pasar un mes con un tiempo tan magnífico como reparador. Había escrito para reservar una habitación en el Hotel Beau Site, y al llegar me encontré con la agradable sorpresa de ver que por la modesta suma de doce francos al día me habían adjudicado una habitación en el primer piso que tenía dos camas. Era la única disponible, pues el hotel estaba lleno. (“La otra cama”, Edward Frederic Benson).

Ese largo y angustiosos escalofrío que parece mensajero de la muerte, el verdadero escalofrío del miedo, sólo lo he sentido una vez. Fue hace muchos años, en aquel hermoso tiempo de los mayorazgos, cuando se hacía información de nobleza para ser militar. Yo acababa de obtener los cordones de Caballero Cadete. Hubiera preferido entrar en la Guardia de la Real Persona; pero mi madre se oponía, y siguiendo la tradición familiar, fui granadero en el Regimiento del Rey. (“El miedo”, Ramón María del Valle-Inclán).


Ejemplos del uso del narrador omnisciente:

Juanita había dejado en su pueblo un novio; un novio a quien quería de todo corazón, como quieren los que no tienen otra cosa con qué ocupar su cerebro, y el novio Nicolás había prometido escribirle. Juanita esperaba con impaciencia aquella carta; pero, para su desgracia, la chica no sabía leer y vacilaba entre el placer de recibirla y el disgusto de tenerla entre las manos, anhelando conocer el contenido; de modo que unas veces deseaba la llegada de la carta y otras, tenía miedo de recibirla. (“Problema irresoluble”, Vicente Riva Palacio).

Lo que Vélez menos entendía era lo de la lata de sardinas. La esposa aseguró al sargento que en la casa no había ninguna lata de sardinas cuando ella salió. Sospechó que don Felipe pudo salir a comprarla por antojo, pero el tendero de la esquina declaró que la víctima no le compró la lata, aunque reconoció ésta como de la marca de las que tenía en existencia. Esa tarde había vendido tres latas, pero no recordaba a quién, porque era vigilia y los compradores no eran clientes habituales. (“El secreto de la lata de sardinas”, Pepe Martínez).


Ejemplos de narrador interlocutor:

Ahora reposa y siéntate. Dentro de un instante entrará un vendedor a explicarte que tu televisor está pasado de moda y que debes comprar el nuevo modelo. En pocos minutos convendrás con él las condiciones del crédito, lograrás que te acepten el viejo modelo en el diez por ciento del precio y te dirás que en verdad una mañana de uso ya es suficiente. (“El monopolio de la moda”, Luis Britto García)


Érase una vez un labradorzuelo tan listo como astuto, de cuyas tretas podrían contarse no pocas historias, aunque la más graciosa de todas es la burla y mala pasada que le hizo al diablo.
Un día en que el campesino había terminado su labor y se disponía a regresar a su casa a la hora del crepúsculo, vio, en medio del campo, un montón de carbones encendidos. Acercóse muy extrañado y vio a un negro diablillo que estaba sentado encima.
- ¿Estás sentado sobre un tesoro? – preguntóle el labrador.
- Sí – respondió el diablo -. Sobre un tesoro en el que hay más oro y plata que jamás viste en tu vida.
- El tesoro está en mi campo, y, por tanto, me pertenece – dijo el labrador.
- Tuyo será – replicó el diablo – si durante dos años te comprometes a darme la mitad de lo que produzca tu campo. Dinero me sobra, pero me gustan los frutos de la tierra.
El campesino aceptó el trato, con una objeción:
- Para que no haya peleas a la hora de repartir, tú te quedarás con lo que haya sobre el suelo, y yo, con lo que haya debajo.
Parecióle bien al diablo, sin saber que el astuto labrador había sembrado nabos. Cuando llegó el tiempo de la cosecha presentóse el diablo para llevarse su parte; pero sólo encontró marchitas hojas amarillas, mientras el labrador, alegre y satisfecho, se quedaba con los nabos.
- Esta vez has llevado ventaja – protestó el diablo -, pero a la próxima no te valdrá. Será tuyo lo que crezca encima del suelo, y mío lo que haya debajo.
- Conforme – dijo el campesino. Pero a la hora de la siembra no plantó nabos, como la vez anterior, sino trigo. Ya maduro el cereal, el hombre se fue al campo y segó los tallos a ras del suelo, y cuando se presentó el diablo, al no encontrar más que rastrojos, enfurecido se precipitó por un despeñadero.
- Así se caza a los zorros – dijo el campesino mientras se llevaba el tesoro.

Sobre la traducción para la edición impresa de Ed. Labor
© Francisco Payarols – 1955



2.- Indica la estructura del cuento: “El labrador y el diablo”
  
Presentación:
  
Desde:…………………………………………………………………………………………….

Hasta :…………………………………………………………………………………………….

 Nudo:

Desde:………………………………………………………………………………………………

Hasta :……………………………………………………………………………………………..

 Desenlace:

Desde:……………………………………………………………………………………………….

Hasta:………………………………………………………………………………………………..


3.- ¿Qué personaje o personajes aparecen en la presentación?


4.- ¿Quién es el personaje protagonista? ¿Y el antagonista?

- Protagonista:

- Antagonista:


5.- ¿En qué lugar y tiempo se sitúa la acción del cuento?

- Lugar:

- Tiempo:

  
6.- ¿Cuál es el hecho que inicia la acción?

.

7.- Enumera los hechos que ocurren en el cuento por orden cronológico.

.


8.-¿ Cómo describe el narrador al labrador?¿Subraya en qué parte del cuento se halla dicha descripción?



. Presentación – nudo – desenlace.


9.-¿Qué predomina en el nudo de la narración, la descripción o el diálogo.


10.- Lee los diálogos que aparecen en el cuento y copia uno de ellos. Después deduce sus características.

. Diálogo: 

. Características:


11.- ¿ Cuál es el hecho final o desenlace?

.
  
12.- ¿En que persona está narrado el cuento?


Desde el s.XVIII ha habido muchos intentos de clasificación de los cuentos. Todos muy arriesgados, porque son pocos los cuentos que se ajustan a un tipo en exclusiva.
Sin embargo, aquí tienes una, en la que los cuentos se agrupan según el autor, el destinatario, el tema y los personajes 
AUTOR
DESTINATARIO
TEMA
PERSONAJES

cuentos populares
cuentos literarios

cuentos infantiles
cuentos para adultos

cuentos fantásticos
cuentos de terror
cuentos de amor
cuentos de suspense
cuentos de viajes
cuentos de denuncia
...

cuentos de hadas, princesas...
cuentos de espías, policías...
cuentos de animales
cuentos de personajes históricos
cuentos de fantasmas y monstruos
...

.EL CUENTO POLICIAL


ESTRUCTURA Y ELEMENTOS  DEL CUENTO POLICIAL

               
                                               
El Cuento Policial from analiamaraboli

UN CUENTO POLICIAL DE MARCO DENEVI
Rumbo a la tienda donde trabajaba como vendedor, un joven pasaba todos los días por delante de una casa en cuyo balcón una mujer bellísima leía un libro. La mujer jamás le dedicó una mirada. Cierta vez el joven oyó en la tienda a dos clientes que hablaban de aquella mujer. Decían que vivía sola, que era muy rica y que guardaba grandes sumas de dinero en su casa, aparte de las joyas y de la platería. Una noche el joven, armado de ganzúa y de una linterna sorda, se introdujo sigilosamente en la casa de la mujer. La mujer despertó, empezó a gritar y el joven se vio en la penosa necesidad de matarla. Huyó sin haber podido robar ni un alfiler, pero con el consuelo de que la policía no descubriría al autor del crimen. A la mañana siguiente, al entrar en la tienda, la policía lo detuvo. Azorado por la increíble sagacidad policial, confesó todo. Después se enteraría de que la mujer llevaba un diario íntimo en el que había escirto que el joven vendedor de la tienda de la esquina, buen mozo y de ojos verdes, era su amante y que esa noche la visitaría.
FIN


La Espera
de Jorge Luis Borges


El coche lo dejó en el cuatro mil cuatro de esa calle del Noroeste. No habían dado las nueve de la mañana; el hombre notó con aprobación los manchados plátanos, el cuadrado de tierra al pie de cada uno, las decentes casas de balconcito, la farmacia contigua, los desvaídos rombos de la pinturería y ferretería. Un largo y ciego paredón de hospital cerraba la acera de enfrente; el sol reverberaba, más lejos, en unos invemáculos. El hombre pensó que esas cosas (ahora arbitrarias y casuales y en cualquier orden, como las que se ven en los sueños) serían con el tiempo, si Dios quisiera, invariables, necesarias y familiares. En la vidriera de la farmacia se leía en letras de loza: Breslauer, los judíos estaban desplazando a los italianos, que habían desplazado a los criollos. Mejor así; el hombre prefería no alternar con gente de su sangre.

El cochero le ayudó a bajar el baúl; una mujer de aire distraído o cansado abrió por fin la puerta. Desde el pescante el cochero le devolvió una de las monedas, un vintén oriental que estaba en su bolsillo desde esa noche en el hotel de Melo. E1 hombre le entregó cuarenta centavos, y en el acto sintió: "Tengo la obligación de obrar de manera que todos se olviden de mí. He cometido dos errores: he dado una moneda de otro país y he dejado ver que me importa esa equivocación".
Precedido por la mujer, atravesó el zaguán y el primer patio. La pieza que le habían reservado daba, felizmente, al segundo. La cama era de hierro, que el artífice había deformado en curvas fantásticas, figurando ramas y pámpanos; había, asimismo, un alto ropero de pino, una mesa de luz, un estante con libros a ras del suelo, dos sillas desparejas y un lavatorio con su palangana, su jarra, su jabonera y un botellón de vidrio turbio. Un mapa de la provincia de Buenos Aires y un crucifijo adornaban las paredes; el papel era carmesí, con grandes pavos reales repetidos, de cola desplegada. La única puerta daba al patio. Fue necesario variar la colocación de las sillas para dar cabida al baúl. Todo lo aprobó el inquilino; cuando la mujer le preguntó cómo se llamaba, dijo Villari, no como un desafío secreto, no para mitigar una humillación que, en verdad, no sentía, sino porque ese nombre  lo  trabajaba,   porque  le  fue   imposible pensar en otro.
No lo sedujo, ciertamente, el error literario de imaginar que asumir el nombre del enemigo podía ser una astucia.
El señor Villari, al principio, no dejaba la casa; cumplidas unas cuantas semanas, dio en salir, un rato, al oscurecer. Alguna noche entró en el cinematógrafo que había a las tres cuadras. No pasó nunca de la última fila; siempre se levantaba un poco antes del fin de la función. Vio trágicas historias del hampa; éstas, sin duda, incluían errores, éstas, sin duda, incluían imágenes que también lo eran de su vida anterior; Villari no las advirtió porque la idea de una coincidencia entre el arte y la realidad era ajena a él. Dócilmente trataba de que le gustaran las cosas; quería adelantarse a la intención con que se las mostraban. A diferencia de quienes han leído novelas, no se veía nunca a sí mismo como un personaje del arte.
No le llegó jamás una carta, ni siquiera una circular, pero leía con borrosa esperanza una de las secciones del diario. De tarde, arrimaba a la puerta una de las sillas y mateaba con seriedad, puestos los ojos en la enredadera del muro de la inmediata casa de altos. Años de soledad le habían enseñado que los días, en la memoria, tienden a ser iguales, pero que no hay un día, ni siquiera de cárcel o de hospital, que no traiga sorpresas, que no sea al trasluz una red de mínimas sorpresas. En otras reclusiones había cedido a la tentación de contar los días y las horas, pero esta reclusión era distinta, porque no tenía término -salvo que el diario, una mañana, trajera la noticia de la muerte de Alejandro Villari. También era posible que Villari ya hubiera muerto y entonces esta vida era un sueño. Esa posibilidad lo inquietaba, porque no acabó de entender si se parecía al alivio o a la desdicha; se dijo que era absurda y la rechazó. En días lejanos, menos lejanos por el curso del tiempo que por dos o tres hechos irrevocables, había deseado muchas cosas, con amor sin escrúpulo; esa voluntad poderosa, que había movido el odio de los hombres y el amor de alguna mujer; ya no quería cosas particulares: sólo quería perdurar, no concluir. El sabor de la yerba, el sabor del tabaco negro, el creciente filo de sombra que iba ganando el patio, eran suficientes estímulos.
Había en la casa un perro lobo, ya viejo. Villari se amistó con él. Le hablaba en español, en italiano y en las pocas palabras que le quedaban del rústico dialecto de su niñez. Villari trataba de vivir en el mero presente, sin recuerdos ni previsiones; los primeros le importaban menos que las últimas. Oscuramente creyó intuir que el pasado es la sustancia de que el tiempo está hecho; por ello es que éste se vuelve pasado en seguida. Su fatiga, algún día, se pareció a la felicidad; en momentos así, no era mucho más complejo que el perro.
Una noche lo dejó asombrado y temblando una íntima descarga de dolor en el fondo de la boca. Ese horrible milagro recurrió a los pocos minutos y otra vez hacia el alba. Villari, al día siguiente, mandó buscar un coche que lo dejó en un consultorio dental del barrio del Once. Ahí le arrancaron la muela. En ese trance no estuvo más cobarde ni más tranquilo que otras personas.
Otra noche, al volver del cinematógrafo, sintió que lo empujaban. Con ira, con indignación, con secreto alivio, se encaró con el insolente. Le escupió una injuria soez; el otro, atónito, balbuceó una disculpa. Era un hombre alto, joven, de pelo oscuro, y lo acompañaba una mujer de tipo alemán; Villari, esa noche, se repitió que no los conocía. Sin embargo, cuatro o cinco días pasaron antes que saliera a la calle.
Entre los libros del estante había una Divina Comedia, con el viejo comentario de Andreoli. Menos urgido por la curiosidad que por un sentimiento de deber, Villari acometió la lectura de esa obra capital; antes de comer, 1eía un canto, y luego, en orden riguroso, las notas. No juzgó inverosímiles o excesivas las penas infernales y no pensó que Dante lo hubiera condenado al último círculo donde los dientes de Ugolino roen sin fin la nuca de Ruggieri.
Los pavos reales del papel carmesí parecían destinados a alimentar pesadillas tenaces, pero el señor Villari no soñó nunca con una glorieta monstruosa hecha de inextricable: pájaros vivos. En los amaneceres soñaba un sueño de fondo igual y de circunstancias variables. Dos hombres y Villar entraban con revólveres en la pieza y lo agredían al salir del cinematógrafo o eran, los tres a un tiempo, el desconocido que lo había empujado, o lo esperaban tristemente en el patio y parecían no conocerlo. A1 fin del sueño, él sacaba el revólver del cajón de la inmediata mesa de luz (y es verdad que en ese cajón guardaba un revólver) y lo descargaba contra lo hombres. El estruendo del arma lo despertaba, pero siempre era un sueño y en otro sueño tenía que volver a matarlos.
Una turbia mañana del mes de julio, la presencia de gente desconocida (no el ruido de la puerta cuando la abrieron) lo despertó. Altos en la penumbra del cuarto, curiosamente simplificados por la penumbra (siempre en los sueños de temor habían sido más claros), vigilantes, inmóviles y pacientes, bajos los ojos como si el peso de las armas los encorvara Alejandro Villari y un desconocido lo habían alcanzado, por fin. Con una seña les pidió que esperaran y se dio vuelta contra la pared, como si retomara el sueño. ¿Lo hizo para despertar la misericordia de quienes lo mataron, o porque es menos duro sobrellevar un acontecimiento espantoso que imaginarlo aguardarlo sin fin, o -y esto es quizá lo más verosímil- para que los asesinos fueran un sueño, como ya lo habían sido tantas veces, en el mismo lugar, a la misma hora?
En esa magia estaba cuando lo borró la descarga.




ESCRIBIMOS UN CUENTO POLICIAL

                                                 

SI TE INTERESA Y QUERÉS LEER MÁS POLICIALES, te dejo este enlace

EL CUENTO DE TERROR 

. VAMOS A TRABAJAR AHORA SOBRE UN TIPO CONCRETO  DE CUENTOS: LOS DE TERROR
TODOS HEMOS SENTIDO EN ALGÚN MOMENTO MIEDO.
PERO ¿QUÉ ES LO QUE  MÁS NOS ASUSTA?         
    ¿LO DESCONOCIDO?                                                
    ¿LA OSCURIDAD?
    ¿LA SOLEDAD?
    ¿LOS SUSPENSOS?
    ¿ NUESTRO VECINO DEL QUINTO?
PRONTO LO DESCUBRIREMOS, PERO, SOBRE TODO,  
             
NO TE FÍES DE NADIE.......................


La puerta de atrás
Raúl Cuellar
Las cenizas del cigarrillo de Eduardo caían balanceándose suavemente sobre la alfombra escarlata. Su única intención era calmar sus nervios, pero por momentos aseguraba que sería imposible. Las insaciables presencias que habitaban desde hace ya más de una semana en su cuarto lo tenían en un constante estado de shock. La hora del receso se hacía imposible allí adentro, donde comenzó a creer que su sentido común lo abandonaba. La última pitada no pudo lograr el resultado exigido así que, como debía ser, intentaría prendiendo otro cigarrillo para así persistir hasta que sus nervios cesasen esa alteración con la que se volvía imposible convivir. La habitación se encontraba apenas iluminada por el fuego que salía desde el hogar, presentando una imagen enteramente maquiavélica, de esquina a esquina. Su cuerpo se veía iluminado por un siniestro intercalado de rojo y negro, rojo, por la fuerza casi omnipotente que las llamas imponían en aquel lugar, y negro provocado por el sagaz intento de la oscuridad de prevalecer.
La puerta no se ubicaba a más de dos metros detrás suyo, del lujoso sillón negro sobre el cual se hallaba sentado. Comenzó a balancearse sentado, hacia atrás y luego hacia adelante, como si navegando, como si sobre una pequeña lancha particular estancada, recibiendo los constantes golpes de las olas producto de un viento estremecedor. Vientos del sur, ya que también de ellos podía sentir el frío que lo sosegaba. Frío, que no había ni estufa ni hoguera que pudiese combatir. El temor se veía reflejado en sus fauces, una siniestra mueca sin sentimientos se situaba en su desmejorado rostro.
La puerta negra, de madera corriente, no tardó en colaborar con aquel ambiente de tensión. Unos pequeños golpes comenzaron a oírse detrás de aquélla provocando una sensación lúgubre, estremecedora. Su corazón daba un salto por cada estruendo y sus pupilas se dilataron, mientras acercaba rápidamente el cigarrillo hacia su boca para nuevamente tragar el humo salvador. Cerró los ojos durante veinticinco segundos, los impactos sobre aquella frágil barrera de madera que detrás suyo sin intención alguna lo protegía siempre y cuando las agresiones a ellas no eleven su potencial.
Finalmente las peculiares colisiones comenzaron a elevar su potencial considerablemente. La puerta no soportaría mucho tiempo más, sin embargo, él seguía firme en su contoneo sin perder el compás. Volvió nuevamente a cerrar los ojos cuando, finalmente la inestable valla cayó realizando el sonido más perturbador que en su vida oyó. La caída de la puerta no fue una caída normal, el ensordecedor alboroto que provocó tuvo la compañía de uno mucho más relevante. Un viento comenzó a oírse precipitándose raudamente hacia la imponente llamarada que nada tenía que desearle a la magnitud del sonido. El aire se volvió sumamente espeso, podía cortarse con un cuchillo y el fuego comenzó a amainar su intensidad con una lentitud precisa, única, perfecta para que no diese a notar que lo estaba haciendo.
Su brazo comenzó a pesarle demasiado, definitivamente ya no podría probar nuevamente el hechizo tranquilizador que mantuvo su paciencia hasta ese momento. En su desesperación lo intentó por mil métodos, pero nunca lo consumó mientras el fuego finalmente se desvanecía en aquella tétrica escena. Sus dedos comenzaron a estirarse y en cuestión de quince segundos desarrolló una infalible vista de gato, comenzó a ver tras las tinieblas permitiéndose por fin verse cara a cara con las presencias que invadían el lugar.
Sus dedos medían alrededor de treinta centímetros ya y la fuerza de la gravedad comenzó a tirar fuertemente su cuerpo contra el sillón. Vio frente suyo una silueta diabólica, sin forma precisa, pero la suficiente como para poder deducir que su tamaño se acrecentaba desmedidamente y titilando. Finalmente la tranquilidad perdió el protagonismo en su cerebro. Su cabeza comenzó a sentir fuertes dolores que se elevaban a niveles insoportables, mientras aquella extraña figura se acercaba cada vez más y, aún sin saber sus verdaderas intenciones debía evitarlo de algún modo.
La gravedad lo recostó en una posición digna de un contorsionista ruso sobre el sillón, pero su brazo derecho colgaba por detrás del apoyabrazos. Desesperó. Comenzó a apretar sus dientes para soportar las jaquecas y cerró sus ojos para no ver al enajenado espíritu frente suyo. Su frialdad no la perdió en ningún momento, y calculó que en cuestión de veinte segundos eso ya se habría posado frente suyo, quizás provocándole algún tormento.
Los dedos de su mano derecha se retorcían en el piso, intentaban hallar el cigarrillo. El tiempo se agotaba y más allá de aquel personaje que se hallaba acercándose aterradoramente, supo que lo que ya no soportaría sería el dolor de su cabeza y el de su cuerpo por aquella imposible posición que éste había adoptado. Lo encontró, las puntas de sus dedos índice y pulgar se hallaban tomándolo y, con un esfuerzo sobrehumano, comenzó a competir contra el infinito peso del aire hasta llegar a su boca. Abrió los ojos y una mano escalofriante se halló delante de su frente casi cubriéndole la visión.
Apoyó el cigarrillo sobre su boca e inhalando fuertemente una larga pitada, comenzó a sentir nuevamente el aire con mucha más liviandad. Abrió sus ojos y en cuestión de segundos el fuego renació de las cenizas. Tomó nuevamente su debida posición en el sillón, le pegó una última pitada para así finalmente, balanceándose hacia atrás y hacia adelante a un ritmo muy seductor, llegar a la conclusión de que debía calmar sus nervios.
fuente:http://www.losmejorescuentos.com
otro cuento 
Llamada local
Walter Pohl
Sabía que la noche iba a transcurrir sin sobresaltos, los chicos eran obedientes y educados. El niño tenía cuatro años y la niña siete.
No era la primera vez que en su trabajo de niñera tenía que cuidar de ellos. Además los padres pagaban bien.
--- No tiene de que preocuparse¬, vayan tranquilos hoy es una linda noche para salir--- les dijo.
--- Sabiendo que los chicos se quedan con vos estoy tranquila--- le confió la madre. Una mujer de unos treinta y siete años de una belleza natural y unos modales exquisitos.
Se escucharon dos bocinazos desde afuera.
--- Bueno me voy, mi marido está impaciente. Cualquier cosa me llamás al celular. Hace más de una hora que los chicos duermen…
--- Que la pase bien y no se preocupe.
La dueña de casa cerró la puerta y corrió hasta el auto que marchó sin más demora.
La niñera caminó hasta la cocina y encendió la luz. Todo estaba como la vez anterior que había sido contratada para cuidar a los chicos. Una larga mesa de algarrobo y sillas haciendo juego. Una heladera donde se podía guardar a una res recién faenada y toda clase de electrodomésticos. Todo decorado con muy buen gusto y mucho dinero de por medio.
Salió de la cocina y caminó hasta la habitación de los padres. Encendió la luz y caminó através de una inmensa cama y una antigua cómoda de cedro cuya superficie estaba repleta de perfumes carísimos nombrados en un francés impronunciable y pequeños frasquitos y potes conteniendo maquillaje hasta el gigantesco placard de puertas espejadas. Siempre era un deleite explorar el guardarropa y descubrir nuevos vestidos, conjuntos de ropa interior de finos encajes y zapatos de taco alto que aún no habían tocado el suelo. Volvió a la sala sin dejar de pensar en el abismo de diferencia que había entre ella y esa gente.
Se sentó en el sillón más mullido a mirar televisión y se quitó de la cabeza las ideas amargas que experimentó momentos antes. Demasiado cómoda y demasiado tranquila no pudo evitar que la atacara el sueño. La despertó el teléfono que sonó tres veces antes de que ella lo atendiera.
--- Esta mujer no tiene paz, ni siquiera se queda tranquila teniendo a alguien que le cuide a los hijos --- dijo mientras se desperezaba camino al teléfono. Levantó el tubo.
--- ¿Hola?--- nadie respondió del otro lado.
--- ¿Hola, quien habla?
---…Estoy en la habitación jugando con los chicos…--- la voz sonó profunda y maliciosa --- ¿Por qué no subís a jugar vos también?---.
Miró su reloj, eran las 03:30 hs. Miró el televisor y vio que la programación estaba terminada y remplazada por rayas y un sonido áspero y monótono.
--- ¿Por que no se deja de molestar? ¿No vio la hora que es?--- colgó, avanzó unos pasos y apagó el televisor.
Bostezó y se desperezó otra vez. Se le antojó un café y se encaminó hacia la cocina. Cargó con café la cafetera blanca y moderna, después con agua y se cruzó de brazos mientras se recostaba en la mesada a esperar que el aroma comenzara a esparcirse en la cocina.
Pensaba en que otras cosas podría haber hecho en vez de cuidar chicos si hubiese tenido la oportunidad de estudiar en lugar de salir a trabajar. Pero eran puras ilusiones, los medicamentos que tomaba su madre eran carísimos y alguien tenía que pagarlos. Su hermana mayor trabajaba de mucama en el hospital y ella había dejado los estudios para ayudar.
Cuando tenía la oportunidad de trabajar para esta gente aprovechaba para relajarse y soñar aunque más no fuese por un momento que ésta era su casa, sus pertenencias, sus ropas caras y perfumes.
Cierta vez se había probado uno de los vestidos de la señora de la casa, se había calzado unos zapatitos muy suaves de un taco tan fino como alto. Y bajo el amparo de saber que los chicos dormían se había paseado alegremente por la sala y se había detenido luego frente a cada espejo a observar su joven y esbelta figura. Después llena de excitación y confianza se había probado un conjunto de ropa interior negro y se había arrojado sobre la cama riendo y feliz. Después de cerrar los ojos y pasar su mano por el vientre y sus pechos por unos segundos la había deslizado debajo del negro encaje hasta su entrepierna y había girado quedando boca abajo, elevando las caderas rítmicamente hasta llegar al clímax con un gemido ahogado. Minutos más tarde, cuando su respiración se había normalizado y el tenue rosado del rubor sexual había desaparecido de sus mejillas y de su pecho, había devuelto las prendas al placard, volviendo ella a sus jeans gastados y a su buzo de algodón.
Salió de su ensoñación cuando la cafetera terminó de verter todo el agua hirviente a través del filtro y el café, en la jarra. Tomó una gran bocanada de aire y suspiró pensando que tal vez esa noche podía repetir esa experiencia. Se sirvió una taza humeante y retornó a la sala de estar. Apenas se sentó en el sillón, el teléfono comenzó a sonar otra vez.
La joven dejó con fastidio la taza sobre la mesa ratona y se levanto con resolución para tomar el tubo.
--- ¿Hola? ¿Holaaaaa?, si sigue molestando voy a llamar a la telefónica y voy a hacer una denuncia.
Esta vez la voz sonó notablemente mas agitada:
---…ya jugué con los chicos ahora quiero jugar con vos…
Colgó el teléfono con brusquedad y miró la escalera que daba a la habitación. Decidió ir a ver si los niños seguían durmiendo aún, pero al llegar a los primeros escalones y ver la oscura boca en la que se perdían los últimos peldaños se detuvo inmediatamente. Un dedo frío e invisible le recorrió la espina dorsal e hizo que su respiración se hiciera difícil y entrecortada.
Caminó nuevamente hasta el teléfono y llamó a la operadora. Después de unos minutos fue recibida su llamada y explicó su situación brevemente. Respondió algunas preguntas de rigor y se dispuso a esperar.
--- Señorita --- dijo una joven voz de hombre del otro lado --- las últimas dos llamadas que usted ha recibido provienen de un teléfono local. Para ser exacto, de una línea que corresponde a su misma dirección. Fíjese si no le están haciendo una broma, si no es así le aconsejo que llame a la policía… y mejor salga de la casa, por si a caso. Tenga usted buenas noches ---.
Colgó y volvió a mirar en dirección a la escalera.
El teléfono quedó mudo por algunos segundos mientras la niñera pensaba que hacer, y volvió a sonar por tercera vez haciendo esta vez que la joven ahogara un grito.
Se corrió un mechón de pelo de la cara y levantó el tubo sin decir una sola palabra
Era la misma voz pero esta vez sonaba mas calma.
---…si no subís a jugar voy a bajar yo…---.
Cortó la comunicación y llamó a la policía explicando apresuradamente lo sucedido.
El oficial que la atendió le pidió encarecidamente que abandonara la casa, le dijo que había una patrulla muy cerca de allí y que en breve estarían en la casa, que no tardaría mas de un minuto.
Y así fue, abrió la puerta del frente, corrió hacia el frío exterior cruzando la calle y se quedó temblando en la vereda de enfrente mirando la fachada de la propiedad iluminada por la luz de la calle.
Un par de minutos después llegó la patrulla con dos policías que la interrogaron rápidamente y entraron empuñando las pistolas reglamentarias. Se encendió una luz en el interior de la casa, casi inmediatamente se oyó una sucesión de disparos. Pasaron cinco minutos, casi eternos.
Los policías salieron, uno se encaminó hacia ella y el otro hacia la patrulla. Mientras el segundo hablaba por la radio el primero se paró junto a ella, exhibiendo una herida hecha con algo cortante en el cuello. No parecía muy grave a pesar del sangrado profuso.
--- Señorita, usted no se imagina la suerte que tiene… ¿Los chicos en la habitación de arriba estaban a su cuidado?
No era para sorprenderse que el policía dedujera que no era la madre. Su corta edad y su ropa humilde la delataban.
--- Si así es, ¿Ellos están bien? ¿Les pasó algo?
El policía la evaluó por un momento con la mirada y solo vio a una jovencita de unos 17 años que temblaba de miedo ante una situación que no terminaba de comprender.
--- ¿Puede contactarnos con los padres? Es realmente urgente que hablemos con ellos.
La niñera se encaminó hacia la puerta de entrada pero el policía la retuvo del brazo con firmeza.
--- No entre, no le va gustar lo que hay para ver…
--- ¿Qué pasó con los chicos? ¿Están bien?..dígame que están bien por favor…
El oficial le tomó los hombros con ambas manos en gesto paternal.
--- Nena, estuviste bien al llamar a la policía y salir de la casa, de no hacerlo vos también estarías muerta. Aparentemente alguien trepó por atrás y abrió la ventana de la habitación de los chicos… tenía una cuchilla de carnicero… los abrió desde el ombligo a la garganta.
La joven sintió nauseas y se sentó en el suelo para evitar caerse, sentía que todo le daba vueltas.
El policía se inclinó y le apoyó una mano en la cabeza.
--- No te culpes, hiciste lo que debías. No hubieses podido hacer otra cosa.
En ese mismo momento un auto grande y plateado estacionó detrás de la patrulla. El policía se incorporó mientras los padres de los niños muertos caminaban apresurados y con gesto interrogante hacia él.
Horas mas tarde una mujer de unos cincuenta años, pasó a buscar a la joven por la comisaría.
Con espanto escuchó la historia por parte del oficial de policía y solo pudo abrazar a su hija y sentir una pena inmensa por los hijos de la pareja y por ellos también.
El padre de los chicos estaba hablando acerca de la autopsia y la demora en la entrega de los cadáveres con el comisario, fumaba muy despacio y parecía desvastado física y emocionalmente.
La madre estaba sentada y miraba un punto fijo en la pared, su belleza y su gracia se habían esfumado. Se sentía vacía y sin entender enteramente los sucesos de horas anteriores, los sentimientos golpearían mas tarde en horas, días, meses y años posteriores.
La joven niñera aún abrazada a su madre giró su cabeza y miró por sobre su hombro a estas dos personas que acaban de perder absolutamente todo lo que realmente les importaba.
Recostó su cabeza en el pecho de su madre y la apretó con fuerza. Secretamente sonrió mientras sentía correr lágrimas por sus mejillas.
Después de todo, pensó, su vida no estaba tan mal.




No hay comentarios:

Publicar un comentario